Opinión

El escándalo como ordenador del peronismo

por Pablo Sieira

Al ritmo de las denuncias y “arrepentimientos” que cercan a la ex presidenta Cristina Kirchner, el peronismo baila y se enreda, como en el tango, en una pelea que condiciona los planes electorales: cuidar a su antigua líder o despegarse, resistir o ceder a la presión pública.

Los senadores Miguel Pichetto y José Mayans, los gobernadores que hasta ahora mantenían distancia de la ex presidenta y la estructura orgánica del PJ (recuperada de una intervención que sólo dejó paredes ploteadas y cuadros extraviados) forman parte de una trama muy compleja cuyo desenlace definitivo puede darse recién en 2019, en el marco de las elecciones.

El respaldo del PJ a Cristina Kirchner frente a las denuncias de corrupción no sorprendió tanto como el regreso, para la ocasión, de importantes dirigentes que se habían distanciado del partido por ser su presidente, el diputado José Luis Gioja, afín al kirchnerismo, como es el caso del gobernador de Formosa, Gildo Insfrán.

El eterno mandamás norteño acudió a la cita acompañado por su alfil senatorial, José Mayans, vicepresidente de Pichetto y rival cada vez más frecuente dentro del Bloque Justicialista, quien justificó su decisión y la de otros 15 senadores de no dar quórum para tratar los allanamientos a Cristina: “La mayoría coincide en que es un circo”, afirmó.

De esta manera Mayans colocó a Pichetto en el lugar de la “minoría” del Bloque Justicialista que sí se mostró dispuesta a autorizar los allanamientos, recurso al que también apelaron senadores del kirchnerismo explícito como Anabel Fernández Sagasti, en lo que parece ser un intento por aislar el histórico jefe peronista del Senado.

Fuentes cercanas al senador formoseño indicaron a NA que la diferenciación respecto de Pichetto no se queda ahí, sino que también se manifiesta en la interpretación reglamentaria de que sólo se pueden autorizar los allanamientos con una mayoría de dos tercios: si el tema vuelve a tratarse en el recinto, Mayans encabezará esta postura para trabar la avanzada contra la ex presidenta.

En el campamento de Pichetto, en tanto, se preguntan si la negativa de los senadores a autorizar estos allanamientos -que para colmo juzgan inútiles por lo anunciado- no puede darle al juez Claudio Bonadio la excusa para pedir la prisión preventiva de Cristina Kirchner con el argumento de que tiene facultad para bloquear la investigación.

Ese riesgo crece frente al rumor que trascendió durante la semana, de que la ex presidenta negoció con gobernadores como el pampeano Carlos Verna y el entrerriano Gustavo Bordet para que levantaran a sus senadores de la sesión.

Fuentes parlamentarias indicaron a NA que esta es una preocupación para el jefe del Bloque Justicialista, cuyo mayor deseo es que se deje de hablar de Cristina Kirchner para poder, finalmente, superarla como etapa cumplida.

Lo que menos quiere Pichetto por estos días es que Bonadio envíe un nuevo pedido de desafuero y prisión preventiva y lo coloque a él en la incómoda situación de tener que decidir si respeta su “doctrina” de no desaforar a nadie sin que haya sentencia firma o la abandona.

Un senador de los que suelen rodear a Pichetto dijo ante NA que ven “muy cerca” la llegada de un nuevo pedido y que también “se siente la presión de los medios”, tras lo cual se sinceró: “La ïdoctrinaï va a durar mientras aguantemos esa presión”.

Por eso en Cambiemos responsabilizan por la frustrada sesión más a Pichetto y una supuesta jugada de ajedrez para que no haya quórum, que a las vacaciones que se tomó Esteban Bullrich: “Si hubiéramos tenido uno más igual ellos hubieran sentado uno menos”.

La incógnita PJ

Pichetto lanzó su precandidatura presidencial diciendo que la construcción política de Cristina Kirchner es “de centro izquierda” y no tiene “nada que ver” con el peronismo, pero la estructura orgánica del PJ respalda a la ex mandataria y algunos gobernadores que diálogo frecuente con el histórico senador también se solidarizan con su ex líder.

Entonces, el peronismo se enfrenta a un problema grave de identidad, consecuencia de su peor síndrome: la abstinencia de poder, la necesidad de volver a tenerlo para rearmarse como fuerza política.

La figura de Cristina Kirchner encarna un problema para esa pulsión peronista, porque el escándalo de las presuntas coimas no le quita los votos de los leales pero sí le tira varias capas de cemento sobre su techo electoral: le impide sumar.

Por ello, las decisiones que tomen los dirigentes de todas las latitudes peronistas en torno a su ex líder ordenan al mismo tiempo la interna partidaria de cara a la pelea del año próximo por el poder.

(*): NA.

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